La Edad Media va a ser el escenario del surgimiento de la muralla tal y como la conocemos en la actualidad, con su perímetro de unos 2,5 km., en el que se levantan sus lienzos y torreones, y sus puertas principales. Su construcción tendrá lugar en el siglo XII, si bien, la ciudad Medieval nunca careció de muros. Previamente, en parte como herencia de épocas precedentes, estos, más o menos arruinados, y con mayor o menor eficacia defensiva, estuvieron presentes y protegiendo la ciudad. Su población se fue acomodando al interior, y fuera de la cerca dibujando arrabales que se configuraban en torno a las parroquias, cuya construcción vivirá un momento de gran desarrollo bajo la moda románica. Otros edificios jugarán un papel destacado en su interrelación con las murallas, bien integrándola, como es el caso del Alcázar; bien abriéndose paso ante ella, como ocurre con la cabecera de la Catedral; y en otros casos adosándose intramuros, caso del Episcopio. Durante los siglos medievales las defensas fueron objeto de reformas y reparaciones, no solo como consecuencia del desgaste propio de un edificio de estas características y dimensiones, sino, a tenor de los avances y novedades que conoció el desarrollo de la guerra. Fruto de estas modificaciones surgió, ya a finales del medioevo, el imponente cimorro que preside la cabecera de la Catedral.
La Edad Media
Generalizando, y ya desde los inicios de la Edad Media, la estructura urbana en la Meseta castellana quedaba supeditada a la presencia de un recinto amurallado. Ávila no será menos, articulándose varias causas que hicieron imprescindible su construcción: amenaza de la presencia musulmana en estas tierras, aún en el siglo XII; la inestabilidad imperante entre los reinos de Castilla y de León, en la segunda mitad del siglo XII, con los consiguientes enfrentamientos armados; la seguridad y el eficaz refugio que suponía la existencia de una potente cerca; y la exigencia de su presencia como necesaria e indispensable condición a la hora de alcanzar el estatus de ciudad, junto con la posesión de un territorio circundante sobre el que ejercer el señorío.
En su interior y en las inmediaciones de su periferia, la población se agrupaba en barrios y arrabales, respectivamente, siempre en torno a una parroquia. Al mismo tiempo, una parte de la superficie intramuros acaparaba espacios destinados al uso ganadero, junto con algunas tierras cultivables. Todo ello en pos de un posible asedio.
La muralla marcará las jerarquías y funciones de los distintos espacios urbanos. Si interiormente se desarrollaban las actividades institucionales, y buena parte de la actividad comercial y de servicios; los arrabales eran testigos de las labores artesanales y agrícolas, junto con aquellas actividades consideradas molestas (hospitales de enfermedades contagiosas, tenerías causantes de desagradables olores, y ruidosos batanes, entre otras).
Un importante complejo artesanal medieval, dedicado al curtido de las pieles, las Tenerías de San Segundo, se encuentra emplazado junto a la Puerta del Puente, documentándose su funcionamiento, a partir de las intervenciones arqueológicas, desde finales del S.XIV / principios del S.XV, hasta el último tercio del S.XVII. La singularidad de este complejo ha llevado a cursar su solicitud como Bien de Interés Cultural. Está proyectada su restauración y musealización.
Tenerías de San Segundo. Fuente: Ascensión Salazar Cortés
La parte alta de la ciudad, tanto intramuros como el inmediato arrabal del Este (entre las iglesias de San Vicente y San Pedro), se constituirá como el centro de la actividad mercantil. Los grandes espacios abiertos, creados como zona urbana en el siglo XI, Mercado Grande y Coso de San Vicente fuera de la cerca, junto con Mercado Chico, murallas adentro, fueron el escenario ideal para la celebración de mercados periódicos, así como los centros neurálgicos, donde se desarrollarán las principales actividades de la ciudad.
Mercado Grande ante la Puerta del Alcázar
Durante la Plena Edad Media, concretamente en los siglos XII y XIII, la ciudad es testigo de una impresionante actividad constructiva: se levantaron numerosas iglesias románicas, la Catedral, el Alcázar, el Palacio Episcopal, y la muralla con su perímetro actual. Todas estas edificaciones en simbiosis con el recinto amurallado, pues aunque la mayor parte de los templos románicos se erigieron extramuros (la causa más lógica era la falta de espacio material al interior, a la que se debe unir la oposición de la clase noble a crear murallas adentro potenciales lugares de amotinamiento por parte de la plebe), la ubicación de buena parte de ellos estará condicionada por la inminente cercanía a las puertas de los muros (San Isidoro, La Magdalena, San Pedro, Santo Tomé, San Vicente, etc.).
No faltó la construcción de algunos palacios, sobre todo a lo largo de la Baja Edad Media, ocupando el suelo próximo a los paramentos defensivos, a pesar de contravenir con ello las disposiciones reales (liberación del espacio inmediato a la cerca). Estas casonas palaciegas dejaron huellas más evidentes que las construcciones populares de la época, construidas con materiales más precarios. Se trata de paramentos de mampostería de piedra, careadas hacia los flancos, cuyos grosores rondan los 0,90m. No suelen contar con zanja de cimentación asociada, al ser levantados a partir del sustrato geológico, con la consiguiente destrucción de la secuencia estratigráfica previa.
Restos estructuras medievales. C/Cruz Vieja, 1 | Planimetría estructuras medievales |
La intensa actividad constructiva del siglo XVI, motivó la destrucción de estos edificios, y su sustitución por los palacios de las grandes familias nobiliarias del momento, construidos bajo la moda renacentista. El proceso seguido era el siguiente:
- - Demolición de las estructuras medievales una vez abandonada la edificación, con reaprovechamiento del material constructivo.
- - Aporte de rellenos para la regularización del terreno.
- - Construcción de paramentos del edificio de nueva planta.
Algunos ejemplos documentados en el solar abulense serían el Palacio de Núñez Vela, Antiguo Convento de los Padres Paules, Palacio de los Verdugo, etc; sin que falten al exterior del recinto: Palacio de los Serrano.
En cuanto a los sectores de la sociedad, estos se repartirán las diferentes labores que posibilitarán el perfecto mantenimiento y funcionamiento de las defensas. Así, unos cumplían con las obligaciones de carácter militar (nobles y cristianos viejos de la ciudad), otros abastecían del material necesario para el continuo mantenimiento de la cerca (habitantes del campo circundante y los judíos), y otros ponían la mano de obra necesaria para atender las necesidades de la muralla (los campesinos y sobre todo los musulmanes).
Dentro de estos grupos, fue la comunidad mudéjar (musulmanes que habitaban en territorio cristiano), la más popular, alcanzando gran importancia e influencia. Los primeros musulmanes, la mayor parte como cautivos y destinados sobre todo al acarreo de piedra en las construcciones que en estos momentos empapan la ciudad (murallas, catedral e iglesias románicas), hacen su aparición en Ávila entrado el siglo XII. Los mudéjares abulenses levantaron mezquitas que utilizaban como centro de oración y reunión de la comunidad. Durante los siglos XIV y XV, y a partir de las fuentes documentales (tras la expulsión fueron desmanteladas, reutilizando sus materiales constructivos en otras edificaciones), tenemos constancia de cuatro mezquitas: la de la villa o San Esteban (intramuros); la de la Solana, a los pies del Alcázar, donde posteriormente se levantará el Convento de Gracia; el Almají de la Alquibla, posiblemente situado en la actual calle Empedrada; y el de la morería del Berrocal, ambos al sur de la ciudad.
La principal prueba de la relevancia de este grupo, quedó atestiguada por la excavación arqueológica del cementerio musulmán, situado extramuros, entre la iglesia de San Nicolás y el río Adaja. Esta maqbara (nombre que reciben los cementerios musulmanes) con más de 3.000 sepulturas documentadas, y vigencia durante los siglos XII-XV, nos habla a favor de su ineludible importancia.
Maqbara o Cementerio Musulmán
Huellas de la labor de los alarifes mudéjares en la muralla, encargados de poner la mano de obra, tan solo es evidente en los detalles decorativos presentes en las partes altas de cubos y lienzos (sobre todo en los lienzos norte y oeste). Se trata de frisos en ladrillo rojo con motivos de inspiración mudéjar (esquinillas, sardineles, espigas, encintados…), que recorren dichos paramentos, un metro por debajo de las almenas. A ellos habría que unir los arquillos, también construidos en ladrillo, que aparecen recuadrados con un alfiz del mismo material en algunas de las escaleras de comunicación entre el adarve y la plataforma de los cubos. El resto de la muralla, y a pesar de la numerosa mano de obra aportada por los alarifes musulmanes, está levantada en un sobrio estilo cristiano.
Frisos de ladrillos en lienzo septentrional |
Detalle decoración en esquinilla |
La Muralla Medieval
En estos momentos la muralla adquiere el perímetro actual (en torno a los 2,5 km.), con sus 88 torreones, si tenemos en cuenta el demolido con motivo de la construcción de la Capilla de San Segundo (en los años finales del siglo XVI y con consentimiento de Felipe II). El posible cubo 1, que estaría en el espacio ocupado por el presbiterio de la Capilla Mayor de la Catedral, habría sido suprimido al construir la cabecera del templo románico. La última intervención arqueológica llevada a cabo en el citado presbiterio, y en el punto donde se alcanzó la cota del sustrato geológico, no rindió evidencias de restos atribuibles al lienzo que uniría el desaparecido cubo 88 y el presumible Cubo 1. Siendo poco factible que la trayectoria de dicho paramento, salvara ligeramente la zona sondeada, queda dentro de lo probable que la muralla, en su paso por el presbiterio, fuera totalmente desmontada, reaprovechándose el material pétreo.
Intervención Arqueológica en el Presbiterio de la Capilla Mayor de la Catedral de Ávila. Fuente: Archivo Catedral
No cabe duda de la existencia de un amurallamiento previo, en el siglo XI o principios del XII. Estos muros, en parte, se levantarían sobre los restos más potentes y mejor conservados de la cerca de la etapa visigoda. Ya hemos apuntado que existen posibles indicios, aunque muy vagos, de una cerca antigua de datación romana. Restos que en ningún momento se pueden asociar a niveles de ocupación claros.
Sobre la existencia de una muralla visigoda, que hiciera frente a las amenazas latentes en los siglos VI y VII, nos hemos apoyado en las torres cuadrangulares que actualmente se encuentran embutidas por cubos semicirculares, y que flanquean la Puerta de San Vicente y del Alcázar (quizás también al interior del Episcopio, junto a la torre nº 4). Frente a los autores que las sitúan como defensas contra los ataques suevos del S. V; otros, y en virtud de los trabajos arqueológicos (material cerámico asociado, marcas de cantero…), las sitúan cronológicamente en los inicios de la Edad Media.
Las indiscutibles murallas medievales, y a partir de un trazado previo, al menos en su flanco oriental, se extendieron en dirección oeste, apoyándose en dos escarpes rocosos, más o menos paralelos (lienzos septentrional y meridional), adaptándose en su extremo más occidental al cauce del río Adaja. Primero se construyó el tramo oriental, el más expugnable por sus condiciones orográficas, al que le seguirían los tramos norte y oeste, por este orden, para finalizar su construcción con el lienzo meridional. Por lo tanto, la elección de su trazado quedó subordinada al propio terreno, lo que condicionó el que varios de los arrabales existentes, en torno a sus parroquias, quedaran fuera del recinto.
Siguen el sistema constructivo de alternancia de hiladas de piedras grandes e hiladas de menor tamaño, de granito pardo y gris, bastante bien careados al exterior, cuya unión es a base de ripios, en distinto material pétreo, y mortero de cal.
¿Pero cuando situamos el origen de estas murallas?
No hay constancia documental alguna que hable en concreto de la realización de obras nuevas en los muros, en la primera mitad del siglo XII, si bien ya existía una cerca. El año 1146 aparece suscribiendo un documento, como testigo oficial, un tal Pelayo Montes, portero. Esta alusión a un portero de la ciudad significa que por aquellas fechas Ávila ya tenía muros de protección, pero no necesariamente que tales muros fueran las actuales murallas. La omisión de datos acerca de su construcción en la Crónica de la Repoblación, escrita a mediados del siglo XIII, pero situada en tiempos de Raimundo de Borgoña, es harto significativa. Se trataría de una cerca mucho más modesta, que en parte reutilizaría los restos de defensas anteriores.
El nuevo trazado parece ser levantado entre mediados y finales del siglo XII:
- - Coincide este periodo constructivo con el momento de máxima tensión tanto en la frontera con el Islam, como con el reino de León (guerra entre la reina Urraca y Alfonso I de Aragón; minoría de edad de Alfonso VII). A su vez, queda constancia de la plena configuración, en esas fechas, del alfoz y obispados abulenses.
- - Otro dato concluyente es la relación de la muralla con la construcción de la cabecera de la Catedral, con el consiguiente rompimiento de la primera.
- - El hecho de que el antiguo Palacio Episcopal o Episcopio, se adose intramuros, aporta una fecha previa al siglo XIII, para la terminación de la parte baja de los lienzos del flanco oriental.
- - Desde el punto de vista constructivo, el empleo de la sillería de granito caleño (granito cementado alterado con sílice, procedente en su mayor parte de las canteras de La Colilla) en las puertas medievales, característica del románico abulense y que deja de utilizarse hacia el 1200, aboga por su edificación en el siglo XII.
- • Las dos puertas principales, la del Alcázar y la de San Vicente, presentan torres a ambos lados, unidas por un adarve volado, y espacio abovedado entre ellas.
- • Siguiendo en el lienzo oriental, la Puerta del Obispo, hoy desaparecida, fue abierta junto al cimorro, siendo conocida tanto por planos (Alonso de Segura 1609), como por elementos artísticos (predela del altar de San Segundo, en la capilla de su mismo nombre, realizada en 1548 por Isidro de Villoldo).
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Predela Altar de San Segundo Plano Alonso de Segura (1609). Fuente: Gutiérrez Robledo, J. L. - • Ya en el lienzo septentrional se encuentran otros dos vanos de comunicación, la Puerta del Mariscal o de San Martín, con arco apuntado u ojival; y la Puerta del Carmen, muy transformada. Sobre su original estructura, y en la plataforma del cubo 28, embutido en la actual torre cuadrangular del siglo XVI, aún se puede observar la planta semicircular (hueco al interior/cuerpo de guardia). En realidad, corresponde al proceso inverso al acaecido en la Puerta de San Vicente donde un cubo de planta rectilínea es rodeado por el actual semicircular.
- • La Puerta del Puente o de San Segundo, también flanqueada por torreones, pero en este caso sin el puente o adarve volado que los una. La fábrica original en granito caleño se encuentra enmascarada por un forro de sillería de granito gris, añadido en el siglo XVI.
- • La Puerta de la Santa o de Montenegro, en el lienzo meridional, el último en construirse, con torres cuadradas y ladronera sobre el vano de reformas ejecutadas en el siglo XVI, conserva parte de la sillería original de tradición románica en el intradós del arco y el rehecho lienzo interno.
- • En este mismo flanco, la Puerta del Rastro o del Grajal, con torres cuadrangulares y galería con arco escarzano del inicio de la edad moderna, reutiliza diversos materiales constructivos, entre ellos el citado granito caleño y la denominada piedra “roja sangrante” (granito cementado y silicificado con óxido de hierro).
En esta ocasión, si existen datos documentales haciendo referencia a la construcción o existencia de la nueva cerca:
- • En 1193, entre otras concesiones, Alfonso VIII exime a los caballeros de la ciudad de Ávila del pago del quinto del botín, con tal que lo apliquen a la “fortaleza y a las torres fortísimas” que se están construyendo “para defenderse de las incursiones de los enemigos”. Posteriormente, ya en 1205, ese privilegio sería renovado por el mismo monarca, pero sin hacer alusión alguna a las murallas, de donde se adivina que su construcción finalizaría a finales del siglo XII.
- • En 1197, un documento catedralicio cita la Puerta de Grajal (actualmente conocida como Puerta del Rastro). Según el dato, la cerca tendría completo todo su perímetro en los años finales del siglo XII, ya que fue el lienzo meridional, donde se abre este acceso, el último en ejecutarse según el orden de construcción.
- • No deben de olvidarse las alusiones a la muralla, inscritas en la Crónica de la Población de Ávila de mediados del siglo XIII, donde se hace referencia (1264) a obras de reparación, o adición de innovaciones defensivas, mediante concesiones realizadas al Concejo por parte de Alfonso X el Sabio.
Las aportaciones arqueológicas, interesantes y cada vez más numerosas, se han visto coartadas por el hecho de que en buena parte de su recorrido la muralla se asienta sobre afloramientos rocosos, los cuales aparecen en superficie y en ocasiones sobre el nivel de calle, lo que ha supuesto la ausencia de estratigrafía asociada. No obstante, en todo el tramo oriental se han identificado niveles que demostrarían, a partir de una ocupación previa, un primer nivel de construcción de la muralla que se encuadraría en el siglo XII.
Reparaciones en Las Murallas
Apenas contamos con documentos que nos informen sobre reformas o reparaciones de la cerca en época Medieval, aunque, solo por el mero hecho de tratarse de un edificio con clara función militar, estaría condicionada a un mantenimiento y reparaciones continuas, que la actualizasen para su uso.
- • 1264. Disposición de Alfonso X para que dos hombres buenos recauden cada año las caloñas y las “metan en labrar los muros y puertas”.
- • 1444. Durante los conflictos civiles del reinado de Juan II, el obispo de Ávila (López de Barrientos) recibe el encargo de actuar en los muros de la ciudad para “fortalecella mexor y dejalla con muy buena defensa, lo ucal hizo con mucho cuidado”.
El avance y mejora de las técnicas ofensivas de los siglos XII y XIII (técnicas de asalto y de minado, lanzamiento de proyectiles), obligan a equipar las fortificaciones medievales con nuevos elementos defensivos (foso y contrafoso, puentes levadizos dotados de cadenas, matacanes, barbacana o antemuralla…). Avanzando en el tiempo, y con la difusión del uso de la artillería en el siglo XV, la incorporación de los adelantos defensivos proporcionarán una mayor eficacia militar a la cerca.
Por otra parte, las reformas y reparaciones en las partes altas del recinto serían continuas, debido al deterioro de las mismas.
Entre esos complementos o añadidos con fines defensivos, podemos citar el recrecido de los lienzos del flanco oriental (visible en los cubos 1-8 –zona jardín de San Vicente-), hasta igualarse con la altura de los cubos, con el consiguiente cegado de las escaleras.
Lienzo Oriental con adarves primitivos y recrecidos. Fuente: Feduchi, P.
Pero la reforma con fines defensivos más ostentosa fue la que afectó al Cubo 1 (Cabecera de la Catedral), denominado Cimorro. En la segunda mitad del siglo XV, la cabecera fue forrada con un triple adarve almenado y matacán corrido.
Cimorro (actual Cubo 1)
Construcciones Adosadas
Aparte de la existencia de alguna casona o edificio nobiliario adosado al interior de los muros, a pesar de la expresa prohibición de la Corona, debemos añadir algún templo románico, como es el caso de la Iglesia de San Silvestre, junto a la Puerta del Carmen, intramuros, y que a partir de 1378, pasó a se Convento de Carmelitas. Tras la Desamortización pasó a ser Cárcel, convirtiéndose recientemente, desde 1999, en sede del Archivo Histórico Provincial. El emplazamiento de la mayor parte de estos templos, situados extramuros, estuvo relacionado con la ubicación de las Puertas de la Muralla (Iglesia de San Isidoro, Iglesia de La Magdalena, Iglesia de San Segundo…)
Pero sin duda, en estos siglos medievales, los edificios adosados o interrelacionados con las murallas de mayor interés, son el Alcázar, la Catedral y el Episcopio.
Alcázar Medieval
Los restos pertenecientes a esta antigua fortaleza han desaparecido prácticamente en su totalidad, exceptuando algunos elementos integrados en la muralla, así como las evidencias arqueológicas, que están esperando a ver la luz, bajo el suelo de la actual Plaza de Adolfo Suárez. Hasta ahora, la investigación de los arqueólogos ha podido ofrecer algún testimonio de lo que fue el solar intramuros ocupado por este fortín medieval:
- • Excavación parcial de una estructura negativa, posiblemente utilizada como barrero en los momentos de la construcción de la cerca Medieval.
- • Superficie ocupada con manchas residuales de barro y cenizas, procedentes en ambos casos de combustiones intencionadas. Destaca entre todas ellas los restos de una pequeña estructura de combustión (pequeño hogar o lumbre), amortizada con cenizas y restos cerámicos, cuya tipología está contrastada a lo largo de los siglos XIII y XIV, como testigos de las actividades desempeñadas en esta superficie.
Intervención Arqueológica: nivel de ocupación Medieval con restos de combustión (lumbres, pequeños hogares)
- • Parte de un paramento (arrasado y cortado por zanjas de cimentación de época contemporánea), que se adosaría al lienzo meridional de la muralla.
Intervención Arqueológica: restos de paramento
- • Pavimentos de barro apisonado y tamizado, con sus respectivas soleras, que han aportado material de cronología Bajomedieval.
Intervención Arqueológica: pavimentos de barro apisonado
Buena parte de la información que poseemos procede de la base documental: las defensas del Alcázar, en aquellos momentos el principal baluarte defensivo de la ciudad, comprendía la zona de las murallas que partiendo desde el torreón del Polvorín (actual cubo 78), incluía las defensas catedralicias, englobando las torres que flanquean la portada occidental del templo.
Cronológicamente, el Alcázar hace aparición en textos fechados en el siglo XIV, concretamente del Becerro de las Visitaciones (Se empieza a redactar en 1303): “El Alcázar abulense se situaba en el ángulo Sureste de la muralla y de él formaban parte la torre de la Espina y la del Homenaje”.
De las obras en el Alcázar Medieval, conocemos que en 1291 Sancho IV ordena “que las entregas de los cristianos, judíos y moros de la ciudad abulense, que recaudaba Sancho Galíndez, se entregaran a Esteban Pérez, a maestre Alí y a Ocimi, sus hombres para la labor que se hacía en el alcázar real de Ávila”.
Sobre su existencia en los siglos XV-XVII, es fiel reflejo la documentación que aborda el estado de ruina y las consiguientes reformas llevadas a cabo. A partir del siglo XVIII, y tras profundas transformaciones, se convierte en Cuartel.
Cabecera Catedral
La primera Catedral (la documentada hacia 1140), y por lo tanto la primera cabecera del templo mayor de la ciudad, estaría dentro de los muros de cronología Altomedieval. Su ampliación (a partir de mediados del siglo XII), supuso la apertura de las murallas. Siguiendo el ritmo de los torreones, así como el meridaje de los lienzos situados entre estos, se puede suponer la existencia de un cubo, en el espacio que actualmente ocupa el Presbiterio de la Capilla Mayor. Posteriormente esa cabecera sobrepasó los límites de esos muros, produciéndose una adaptación entre muros y cabecera. Esta, quizás protegida por una barbacana, fue pronto completada con cimorro (actual cubo 1), un primer forro defensivo que podría fecharse a mediados del siglo XIII. Sobre él y los absidiolos externos correría el adarve de la muralla. Ese forro, durante la segunda mitad del siglo XV, se reforzaría con un triple adarve almenado.
Catedral integrada en los lienzos de la muralla | Planta actual e hipotético trazado de la muralla. Fuente: Isidoro González-Adalid Cabezas |
Palacio Episcopal
Situado intramuros, y a continuación del Postigo del Obispo (en la actualidad de la Puerta del Peso de la Harina, abierta en el siglo XVI), encontramos la primera mención al uso del Episcopio o Palatio domini episcopi en el año 1220. Su estructura se adapta al recrecimiento del adarve, por lo que podemos situar su edificación a finales del siglo XII-principios del XIII.
Se trata de una estancia, dividida en dos alturas, la inferior abovedada. Su uso, no religioso, estuvo destinado al servicio del prelado y sus clérigos. En su construcción tiene muchas concordancias, sobre todo en cuanto a los materiales constructivos, con la propia Catedral: uso de la denominada piedra "roja sangrante", al igual que en la girola del templo; semejanza en los vanos con los utilizados en la antigua tribuna alta, sobre el presbiterio de la Capilla Mayor.
Episcopio, antes de la reciente restauración