El clima abulense, a veces tan endemoniado, se ha considerado tradicionalmente bueno para curar las afecciones respiratorias. Por este motivo, la familia real viajó en tren hasta Ávila en 1866, esperando que aquí la infanta Amalia se curase de su enfermedad.
El reposo en nuestra alta ciudad, con su aire limpio y su clima seco, surtió un rápido efecto y permitió que unos días después la infanta y su familia regresasen a Madrid. En aquellos días las revistas del momento se hicieron eco de la estancia Real y sus movimientos por la ciudad, desde la misa en la Catedral a los paseos por el Rastro o la visita a los Palacios.