En 1519, el mismo año en que se descubría el cuerpo de San Segundo en la entonces ermita de San Sebastián a los pies de la muralla, la población sufría los estragos de la peste que azotaba a todo el reino. Se tomó la determinación de hacer una rogativa para pedir la ayuda divina, para lo cual sacaron en procesión una hostia consagrada bañada con la sangre del Santo Niño de la Guardia. Partieron desde el Convento de Santo Tomás pasando por las iglesias de Santiago, San Juan y San Vicente hasta llegar a la Catedral, donde permaneció durante una semana. Pasado este tiempo fue devuelta al Real Monasterio pasando antes por el convento de Santa Catalina, la iglesia de San Pedro y el monasterio de Santa Ana. Al poco tiempo, la enfermedad desapareció en Ávila, no así en el resto de España, que siguió inmersa en la pandemia durante otros tres años.
L. C.