La MURALLA desde su situación privilegiada, dominando todo lo que la rodea, nos puede contar muchas historias y una gran HISTORIA, la que ella vive.
No voy a contar la historia de la muralla, hay muchos historiadores que ya la han contado, y otros que la seguirán contando.
Yo quiero hacer una relación indispensable entre la muralla y sus calles. Sí, sus calles; porque para que la muralla fuera útil, para que cumpliera el papel de fortaleza, y acogiera dentro a todos, hombres y mujeres, dentro de su recinto, surgieron los senderos, las veredas, los caminos, las calles, las plazas, las puertas del muro, que conectaban unas con otras, con unos espacios con nombres, que hoy ya no se usan, cómo; travesías, callejas, callejones, arcos, pasadizos, cárcavas, cavas, carreras, cuestas, costanillas, subidas, bajadas, plazuelas, y algunas más…
Si pensamos que el poblado vetón pudo estar en lo que hoy es la ciudad, con una muralla; y que este espacio dio paso a la villa romana, con su muralla; y que después surgió la ciudad medieval, que por la presión guerrera de los árabes, tuvo que levantar, más o menos en ese lugar, la actual muralla medieval, estamos en una superposición de culturas que nos han dado un espacio con una riqueza arqueológica, que va saliendo y se está estudiando.
Por eso dentro del muro, se vivía. Todas las culturas tuvieron como solar el terreno que cobija el muro. Se quedaron en ese lugar los restos de los anteriores pobladores y fue una riqueza partir de lo anterior y aprovecharlo para su uso. Se asimilaba la cultura anterior y se adaptaba a lo que ellos iban necesitando. Es difícil distinguir lo que fue de unos y otros, o adaptado de unos por otros. Sí, esas culturas convivieron, se fueron enriqueciendo, aprovechando chozas, casas, utensilios, ropas, herramientas, animales, semillas y creencias. Todo eso, puede estar entre nosotros todavía, pues las piedras no han desaparecido, han cambiado de forma, de posición, de lugar, de utilidad, de…
Ese terreno era y es abrupto, escarpado, poco cultivable, pero era una defensa ideal. Por eso se pobló. Tenía por el sur, frente al valle, la defensa del risco granítico; por el oeste el tajo del río y también el risco; algo de esto mismo, aunque inferior, en el norte, y bastante llano en el este. La parte alta, la mejor defendida se ocupó, pero su acceso era costoso, cuestas, rampas y subidas eran naturales, los senderos y los caminos se adecuaron al terreno y los primeros pobladores urbanizaron a su modo. Se haría una cerca, los materiales los tenían in situ, el trabajo y proyecto se adecuó a los niveles y empezaron las primeras calles ¡claro que empezaron!, no les quedaba otra cosa que adaptarse a lo que tenían y necesitaban. Con el muro se aislaban, se defendían, pero no se podían quedar dentro encerrados. Hicieron puertas para salir y entrar, para cerrar y aislarse, si fuera necesario.
Pocos datos tenemos de cómo empezó todo esto, observando lo que ahora hay y lo que nos han dejado, podemos hacer hipótesis de cómo fue. De los restos vetones van apareciendo cosas, de los romanos también y basándonos en lo que hay en otros lugares asentamos nuestra hipótesis. La continuidad que tenemos desde la etapa medieval ayuda a colocar las cosas en su sitio. La muralla es el elemento de referencia, aunque hayan cambiado mucho las cosas. Nuestras primeras calles nos vienen de entonces su situación y su nombre. Una riqueza que ayuda mucho a la historia y a los historiadores.
Con los vetones y con los romanos seguramente el escarpado del terreno se alisó. Entre el risco de la zona sur y el de la zona norte, tuvo que haber un espacio llano, donde se situó el centro del poblado. Cada vez que se excava en la ciudad, sale enseguida la roca madre granítica que nos sostiene. Pero además de que nos sirve de cimiento también ha sido el entramado por donde han corrido nuestros manantiales desde la zona alta de las Hervencias. ¿Pudo tener muchos manantiales?, ¡es posible!, porque la pendiente desde el este al poniente es pronunciada y pudo ser mayor hace muchos años. Se han ido variando con las necesidades y muchas veces se han escondido con tuberías debajo del suelo. A todo esto se han adaptado las calles.
Las nueve puertas que actualmente tiene la muralla, no fueron así, tal como las vemos. Algunas fueron remodeladas en la etapa medieval. Las del este con menos pendiente, son altas y con barbacanas para asegurar su defensa. Las de la zona sur, pequeñas y más bajas porque el escarpe las defendía. Las de la zona norte, bastante separas y alejadas de la población existente en sus arrabales. Por el oeste, una sola puerta, cercana al puente, daba entrada a la mayor parte de vendedores, ganaderos y agricultores que llegaban al mercado. Controlaba el pago de impuestos y era, junto a la del Alcázar, la que cerraba y abría sus puertas todos los días.
En la etapa romana, la villa se cree que tuvo la distribución que los romanos tenían en todas sus provincias, un decumanus y un cardus, que dividían esta villa en cuatro partes, con los trazados perpendiculares de este a oeste y de norte a sur. Comunicaban así, el arco del Puente con el del Alcázar, actual, o con el de S. Vicente, de oeste a este, y de norte a sur desde el actual arco del Rastro al de Mariscal, coincidiendo en lo que fue el Foro y actualmente la Plaza del Mercado Chico. El sistema reticular del trazado de las calles pudo existir, pero actualmente no se identifica con el que tenemos. El tiempo que fue villa romana no lo sabemos, pero nos ha dejado restos, muy valiosos, para aceptar que aquí estuvieron y crearon una cultura. El pueblo que se asentó después aquí, los visigodos, no ha dado todavía muchos restos, para saber su trazado, o se supone que asimilarían lo que habían dejado los romanos. Son los árabes con sus razzías los que llegan y se asientan, o pasan y asolan lo que aquí había. Abandonado todo por años, pienso que se conservó; el paisaje, el río, el risco, las piedras, los manantiales y creo que una vegetación que no hemos conocido, pero que si que hubo, de encinas, robles, chopos y otros árboles, útiles para poder empezar una repoblación, que existió y que nos llevo a situarnos en un momento nuevo dentro de la historia de nuestra ciudad. Pues esas gentes de la repoblación son las que nos llevan a reconstruir el poblado que existía, pequeño o mediano, y refugiarse en el muro, que seguro que le había, para ir avanzando. Construyeron sus casas, dependencias para el ganado, sus cobertizos para la leña, sembraron dentro del recinto parcelas con semillas, necesarias para subsistir, en fin, un poblado donde tener todo lo necesario.
Aquí tenemos ya los personajes que van a dar nombre a esos caminos, callejas, plazuelas o plazas del callejero de entonces. Pero todo se va a relacionar con los ataques externos que tenían de los musulmanes, en su afán de conquista. Empezaron a dominar, hombres fuertes y conocedores de la guerra, que resultaron ser los jefes en ese momento. Se organizan, y los organizan los reyes castellanos que ya dominaban el norte de España y llega el momento de poner una persona que unifique la actuación, el Rey Alfonso VI nombra a su yerno el Conde Raimundo de Borgoña para repoblar el lugar. Vienen gentes, con sus familias, del norte de España, traen sus costumbres, sus ganados, sus ideas y se las enseñan a los que aquí estaban. Se sitúan dentro del recinto y a sus calles les dan el nombre: Brieva, Covaleda, Sancho Godumer, Gascos, Estrada y seguro que más.
Siempre con el proyecto de la repoblación, se organizan los mejores hombres en grupos, para la defensa de su recinto y para cabalgar y conquistar, para los reyes, otras tierras, más al sur, y alejar de ellos el ataque musulmán. Esos hombres van a ser los “caballeros” abulenses. Tienen aquí su residencia, se construyen sus casas, forman sus familias, organizan sus grupos, con criados, soldados, caballos, armas, etc. Para todo eso tuvieron que necesitar mucha gente. La población aumenta y aunque despacio se levantan esas casas. Primero serán sencillas pero amplias, con lo necesario para el sostenimiento de varias familias, en torno al caballero, y a todo su séquito. En forma no reglada resultan las calles, los caminos, las plazuelas y demás. Nace así una estructura y aparecen, por ser necesarios, los artesanos y los vendedores. También estos necesitan vivir, con familias, animales, herramientas y medios de trasporte. El intercambio de productos se hará en un mercado, y esto dará vida al poblado. Aquí acuden también otras culturas, como los moros y judíos, que conviven con los cristianos castellanos, porque ellos son especialistas en oficios y trabajos que los abulenses no habían aprendido todavía. La convivencia de estas culturas enriquecerá la vida abulense. Se van a complementar, las tres etnias que viven juntas en el mismo espacio, aunque adaptados cada uno a la profesión en que son especialistas. Los judíos tendrán predilección por las labores del cuero, las finanzas y la sastrería. Los mudéjares monopolizarán el transporte, el pequeño comercio y la artesanía del metal.
Con todo esto, surgen los nombres de muchas calles: C/ Caballeros, C/ Cuchilleros, C/ Alhateros, C/ Zapateros, C/ Tundidores, C/ Callares, C/ Purilleros, C / Cebadería, C/ Corroneria, C/ Yuradero, C/ Sucia… Muchos de ellos se agrupan para hacer su trabajo y viven en el mismo barrio y le dan nombre. Otras calles tienen el nombre del lugar o aspecto que tenía; C/ Calle Barruecos (tolmo granítico), C/ Calle del Lomo, C/ La Solana, C/ Calle del Pozuelo, C/ Las Losillas, C/ Cucadero, C/ El Pocillo, C/ Puente Adaja, C/ Las Gradillas, o con las fuentes, C/ Los Caños, C/ Tres Tazas. También, la referencia a las personas que viven en ella con una dirección como; C/ Calle que va al cantal de Doña Ledicta, C/ Calle de Beva, C/ Calle de García Esteban, C/ Calle de los Alfajemes (barberos), C/ Calle que va del forno hasta las casas de María Velázquez, C/ Calle de Lope Izquierdo, C/ La que va a la Iglesia Mayor. Así se entendían entre ellos y formaban la red viaria, que podía variar si el propietario, pasaba a otro lugar. La ciudad medieval tiene mucha importancia, los reyes de este período avanzan hacia el sur y siguen conquistando. La valentía de los caballeros abulenses se conoce en todo el territorio, son los de Ávila, los Dávila. Una vez que el concejo ha formado su organización, y orienta su funcionamiento hacía la conquista de tierras para conseguir el botín, que los distintos reyes ofrecen a los abulenses, estos vuelven a su casa, y enriquecidos comienzan a mejorar sus viviendas a construir palacios, a hacer iglesias, a mejorar el mercado. Ávila entonces se organiza con dos familias, los de Esteban Domingo y Blasco Jimeno. Hay dos iglesias importantes en la ciudad, una en el centro, la de S. Juan y otra extramuros la de S. Vicente. Los herederos y seguidores de cada uno de esos dos caballeros van a formar el grupo que gobierne; el Banco de S. Juan y el de S. Vicente, pues no tenían un lugar para reunirse y lo hacen en S. Juan, con sus campanas convocando a reunión o dando bandos. Estas dos familias estarán muchos años llevando el gobierno de la ciudad. Ellos tendrán sus representantes en el Concejo y en las Cortes Castellanas.
Ahora ya tenemos más cosas en la ciudad medieval: concejo, iglesias, mercado, palacios y esos lugares se van a identificar en sus calles. Cambia la vida que se hacía, porque pasado el miedo de los ataques, los abulenses comienzan a vivir dentro y fuera del muro. Surgen los arrabales con personajes necesarios en la ciudad. Artesanos y mercaderes se sitúan en ellos, excepto en la parte este que va a ser el lugar donde vivan, en algunos momentos, los clérigos de la Catedral y donde se fundan algunos conventos.
Pero vuelvo al recinto cerrado y la zona intramuros. Aquí los nombres de las calles serán muchos, la actividad es intensa y Ávila aumenta su población y su importancia dentro de la expansión castellana. Una serie de nombres serán: C/ Conde don Ramón, C/Corral de las campanas, Plaza de S. Esteban, Plaza de Santo Domingo, Cal de Andrín, C/ Candil, C/ Carnicerías de los Cristianos, C/ Carnicerías de los Judíos, Plaza del Salvador, Plazuela del Rey Niño, C/ D. Gerónimo, C/ Maldegollada, C/ Pescadería, Plaza Fuente el Sol, C/ Tiendas Caleñas, C/ El Cazo, C/ Cárcel Quemada, Plaza la Magana… Estos nombres anteriores, cada uno tiene su historia. La actividad en la ciudad aumenta. Tenemos el recinto murado dividido en dos partes: una alta, que corresponde a la zona donde están la catedral, el palacio episcopal, el Concejo, los palacios, en fin, las casas nobles; y otra, desde la línea que va del arco del Carmen al de la Santa, hacía poniente, que tiene algunas casas, varios huertos y algunas viviendas de los judíos. Una calle principal que une el arco del Puente con el Mercado Chico, la rúa de Zapateros, y otras cuatro paralelas a esta: C/ Telares, C/ Santo Domingo, C/ Conde D. Ramón y C/ Cucadero, que se unen en el arco del Puente. Esta urbanización nos ha llegado así hasta nosotros, pero seguramente el trazado antiguo se fue alineando con los años y pudo ser más irregular que ahora. En la parte alta, bordeando la muralla por dentro, los señores herederos de las casas de los Dávila construyeron sus palacios, y otros las hicieron, cercanas a la catedral. Hubo dentro del muro, el Alcázar, también pegado a la muralla en la zona sureste. Este también tuvo su nombre arco del Alcázar y la plaza del Alcázar, donde estaba levantado. El Alcaide que lo gobernaba, tuvo su importancia, en la gobernabilidad y en el cuidado del edificio y zona de murallas hasta la catedral. En la época de apogeo de la ciudad, con 13.000 habitantes en el siglo XVI, la ciudad rebosaba de tránsito. Hasta era peligroso caminar por el centro, sobre todo los días de mercado, pues con las calles angostas y el acarreo de productos, algunas veces los regidores tuvieron que dar normas para poder controlarlo.
No se nombran las calles con direcciones. Ahora se señala quien vive en ellas. La nominación no se hizo entonces porque no había una norma real que lo exigiera, pero actualmente se han dado nombre a las calles, incluso cambiando los nombres que en la etapa medieval tenían. Por eso encontramos a los caballeros abulenses en nuestras calles: C/ Lope Núñez, C/ Bracamonte, C/ Zurraquín, C/ Esteban Domingo, C/ Blasco Jimeno, C/ Jimena Blázquez, C/ Sancho Dávila y Plaza Pedro Dávila.
Todo el auge que hubo en ese siglo XVI empezó a declinar en el siguiente. El centro murado quedó igual que estaba, pero cuando la nobleza que se había formado en la ciudad se trasladó a Madrid, aquí quedaron los administradores, que su papel no consistía nada más que en conservar los bienes de sus amos. La vida de la ciudad se relajó. Dos siglos después Ávila tuvo que plantearse un cambio, pero no se pensó en la muralla y lo que dentro había, se fue más a la ampliación de los barrios y hacer más asequible la entrada y salida de la ciudad. Solo cuando en 1850 se planificó dar un nuevo auge a la ciudad y cambiar su aspecto, se cuidó de que las calles se nombraran y se numeraran. Muchas de ellas no tenían nombre. Una Real Orden de la reina Isabel II, pondría a funcionar el municipio y se fueron haciendo cambios.
Las Ordenanzas de 1850 lo mandaban; así tenemos los siguientes artículos:
Art. 29. Todas las casas o edificios serán numerados por sus dueños, donde no lo estuviesen, siguiendo la numeración de la calle o plazuela donde se hallase, y bajo el método adoptado en la población. El Ayuntamiento cuidará de mejorar, y de su cuenta, el método de nomenclatura de las calles, y numeración de las casas y edificios, tan luego como el estado de sus fondos lo consienta; adoptando la numeración del centro a la circunferencia, y poniendo separados en las líneas de las calles, en una los pares, y en otra los impares, salvando todos los inconvenientes que pueda traer esta novedad a las adquisiciones de dominio anterior a su adopción.
Art. 169. Cuidará asimismo el Ayuntamiento de poner y conservar en un estado de regularidad, solidez y bella esplanación, los caminos que circuyen el recinto de la muralla, el que va a San Nicolás desde el puente, la Calzada de Santo Tomás, así como la comunicación de la ciudad con San Roque, y la que por el Embobadero lleva a San Antonio, junto a los asientos, dándole la anchura cómoda y suficiente.
Art. 180. Entretanto la mira constante de la Autoridad Municipal será procurar el dar alineación a las obras nuevas, de modo que las calles vayan ganando en anchura y recta dirección, disminuyendo siempre las curvas y ángulos que hoy tienen, en daño de la ventilación, claridad y seguridad del tránsito.
Con estas Ordenanzas se ha seguido cuidando la ciudad. Se hicieron nominaciones de calles en distintos períodos. Algunos de estos coincidieron con cambios políticos que borraron algunos de ellos. Después se ha intentado recuperar otros. Ahora los nombres pueden haber cambiado, las alineaciones también y las cesiones de terrenos. En el interior de la muralla se intenta cuidar lo antiguo con planes especiales. Que conociendo la historia aprendamos a querer y cuidar nuestra ciudad, para que los herederos nuestros la sigan queriendo y cuidando y así sucesivamente y que ella perdure en el tiempo.
MARIA TERESA CALVO JIMENEZ.- 2020.